Aristides Bastidas: La fe por la vida superó el dolor
Caracas, 12 Mar 2006. ABN(Joaquín Pereira).- A lo largo de la historia han existido hombres que han hecho de las adversidades el acicate que los impulsó hacia el éxito. Venezuela fue la tierra donde no sólo nació sino donde pudo «ser profeta» uno de estos seres excepcionales. Su nombre Arístides, su apellido Bastidas, su rasgo más característico: el optimismo.
En una humilde casa de la población de San Pablo, estado Yaracuy, nació el 12 de marzo de 1924 quién sería reconocido nacional e internacionalmente como uno de los mejores periodistas científicos en lengua española. La clave de su éxito fue el haber traducido la ciencia al lenguaje del pueblo y haberla hecho amena.
La vida le tendría destinado un camino paradójico: Recibiría todos los reconocimientos posibles que se le pueden dar a un periodista pero también serían abundantes sus padecimientos físicos.
«¿Cómo estás?», le decía alguien al verlo. «Chévere cambur pintón, parchita, mango, cotoperí, guanábana, melón», respondía un Arístides que hasta en el saludo era generoso. Saludo y sonrisa que contrastarían con su estampa en los últimos 20 años de su vida, cuando estuvo ciego, paralítico, casi mudo y con afecciones graves en articulaciones y piel.
«He desarrollado una luz interior que sólo uso para mirar los bellos pensamientos y las buenas intenciones», afirmó en una ocasión sobre su ceguera.
Pese a sus problemas de salud, quienes lo conocieron afirman nunca haber escuchado que se quejara, más bien decía estar contento pues se consideraba «un hombre con buena suerte».
Y si suerte se le puede llamar a estar rodeado de mujeres bellas e inteligentes, eso fue precisamente lo que tuvo Bastidas. En los últimos 13 años de su vida disfrutó de la amistad de Myriam Cupello, quien no sólo fue Miss Venezuela sino que dedicó su vida a la investigación antropológica en los más distantes poblados del planeta.
Cupello escribió en 1994 un libro en homenaje a Bastidas, documento que sumado a las entrevistas, a la autora y a uno de los hijos del periodista, el fotógrafo Pavel Bastidas, servirían de base para esta semblanza del recordado autor de la columna La ciencia amena, publicada diariamente en el diario El Nacional desde 1971 hasta su fallecimiento, el 23 de septiembre de 1992.
De «loquero» a periodista
«Me he dedicado al periodismo, primero por una extraña vocación que aún no alcanzo a entender muy bien, y después porque comprendí que a través de la comunicación social podemos penetrar en las raíces íntimas de nuestro pueblo, en las raíces íntimas de cada hombre, con el objeto de ayudarlo a fortalecerse y de ayudarlo a enaltecerse, y de ayudarlo a convertirse en el ser creador, en el ser responsable que va a transformar su sociedad», fue la respuesta que le dio Bastidas a Cupello, cuando ella le preguntó en una oportunidad porqué se había dedicado a la profesión.
Desde muy pequeño, Arístides tuvo que trabajar para colaborar con el sustento del hogar. Llegó a ejercer de quincallero, vendedor ambulante, repartidor de arepas a domicilio, colector de autobús, secretario de oficina y hasta de «loquero» o asistente de enfermería en un hospital psiquiátrico. «Algunas veces dejaba salir a un loco enamorado de su mujer. Regresaba tempranito y me traía uvas», es una de las anécdotas que recoge Cupello de Bastidas.
Aunque sólo llegó a estudiar hasta el primer año de bachillerato, en el Liceo Fermín Toro de Caracas, Bastidas logró ingresar en el primer grupo de reporteros del Diario Últimas Noticias. Una «generación de improvisados», como él los recordaba, que aprendieron a hacer periodismo según el método de Kotepa Delgado, jefe del rotativo. Este lanzaba a los novatos a la calle «como hacen los margariteños con los niños para que aprendan a nadar: los lanzan al mar sin salvavidas».
Se inició cubriendo la fuente policial, luego hizo información general y más tarde trabajó buscando noticias del Parlamento y de política nacional. Ganaba para aquel entonces alrededor de 200 bolívares mensuales.
El 24 de noviembre de 1948, cuando apenas comenzaba en el oficio, le tocó estar presente en Miraflores, sede del Poder Ejecutivo venezolano, durante el golpe de Estado contra el presidente Rómulo Gallegos, liderado por Marcos Pérez Jiménez. Cuatro periodistas estaban en el sitio y fueron encañonados con ametralladoras: Miguel Otero Silva, Francisco 'El Gordo' Pérez, Ramón Medina Villasmil Villa y Arístides Bastidas.
Su verdadera vocación, de periodista científico, surgiría en 1953 cuando ingresó al diario El Nacional como sucesor de la periodista Francia Natera para seguir con el trabajo que ella realizaba de escribir la columna Entérese usted, junto con Miguel Otero Silva, director del periódico.
Durante la dictadura de Pérez Jiménez fueron despedidos de El Nacional aquellos periodistas que comulgaban o apoyaban las ideas del comunismo. Bastidas tuvo la suerte de no ser expulsado por dedicarse a escribir sobre ciencia, pese a que por un tiempo prolongado fue acosado en su trabajo.
«Durante semanas venía cada tarde una persona del régimen y le rompía sus notas en la cara. El nunca se afectó y continuó escribiendo hasta que se dieron cuenta de que sus escritos no eran peligrosos», recordó Myriam Cupello.
Paradójicamente, el periodismo científico nació en Venezuela gracias a la dictadura que permitió desarrollar temas diferentes a la política, fuente que estaba censurada.
Revolucionario por un «coscorrón»
Arístides Bastidas comentaba que de alguna forma empezó a ser revolucionario por un «coscorrón» que le diera un cura en su época de monaguillo. Para cumplir una promesa que hizo su madre cuando él nació, Arístides tuvo que irse a vivir un tiempo a la iglesia.
Él, Bastidas, de origen indio, y otro joven de tez blanca ayudaban al párroco durante las misas. Gracias a su excelente memoria y su fervor logró fácilmente aprender las diversas respuestas que se dan durante el servicio religioso, que en aquella época se desarrollaba en latín.
Bastidas contaba que el trato del cura era diferente para los dos monaguillos, mientras el blanco recibía las mejores comidas, ropa, cama y tratos, a él siempre le tocaba la peor parte. Un hecho decepcionaría al joven Bastidas y ocurrió cuando respondía en una de las misas de forma inspirada pero en voz baja, el cura le dio un golpe en la cabeza por no escucharlo bien. En cambio al compañero que se quedaba callado, por no haber aprendido el latín, no le hacía nada.
Esto lo obligó a alejarse de la iglesia. Más tarde se enroló en las filas del comunismo, donde veía que verdaderamente se practicaba la doctrina de Jesús: luchaba por la igualdad, la fraternidad y el amor a los semejantes.
Al final de su vida, comentó Cupello, retornaría en Bastidas su necesidad por la religión. Mientras tanto, los comunistas lo introdujeron al mundo de la música clásica, una de sus pasiones luego del periodismo.
Sus ideas y la tortura
Por actividades sindicales y políticas, Bastidas fue detenido en dos oportunidades por la llamada Seguridad Nacional de la dictadura, una vez en 1949 y otra en 1950. En una ocasión, sus captores al conocer su padecimiento de reumatismo, mojaron diariamente su celda con agua para provocarle sufrimiento. «Salí casi totalmente paralizado», le contó Bastidas a Cupello.
Luego de ser puesto en libertad le impusieron «por cárcel» la ciudad de Barquisimeto, estado Lara, es decir, no pudo retornar por un tiempo a la capital. En esa entidad creó la corresponsalía de El Nacional y trabajó allí por dos años.
Su pasión: El trabajo
Para el hijo mayor de Arístides Bastidas, el trabajo era una necesidad vital de su padre. «Le apasionaba lo que hacía. Salía todos los días muy temprano en la mañana y regresaba tarde», recordó Pavel Bastidas.
Uno de los mayores legados que pudo dejar Arístides Bastidas al país fue la siembra de conocimiento y de moral en los discípulos que asistían a diario a su querida «Brujoteca», como cariñosamente llamaban a su oficina.
Mientras los pasantes le leían la información de la columna del día, que podría versar sobre la mirra, la diabetes o el espermatozoide, el maestro les brindaba su sabiduría en frases que hicieron transformar a estos jóvenes en hombres y mujeres comprometidos con su trabajo y con el país.
«Disfrutar del éxito ajeno como si fuera el mío propio», era su principio en contra del periodismo deshonesto. «No hay soledad eterna, hay que mantenerse listo para darle la bienvenida a la esperanza», decía también.
Todos los honores
El hombre inmune al dolor y el traductor de la ciencia al pueblo fue reconocido en vida en múltiples ocasiones y su nombre ha sido utilizado para señalar desde plazas y bosques hasta escuelas y un municipio.
Fue el primer hombre vivo al que nombraron símbolo de la Semana de la Conservación. Antes que a él fueron nombrados los ya fallecidos Agustín Codazzi, Francisco Tamayo y Henri Pittier.
Asimismo, Bastidas fue nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela y recibió también el premio de la Federación Médica.
Con 44 años de edad, en junio de 1958, recibió el Premio Nacional de Periodismo. Obtuvo, por parte del diario El Nacional, los premios más importantes destinados a sus periodistas: el Enrique Otero Vizcarrondo, en 1956, y el Antonio Arráiz, en 1975.
En 1970 recibió el Premio Latinoamericano Científico John Reitemeyer, otorgado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
El 7 de mayo de 1982, en la sede central de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) en París, recibió el premio Kalinga, equivalente al Nóbel otorgado para divulgadores científicos. La decisión de escogerlo fue unánime, de entre 68 participantes que aspiraban al reconocimiento.
En la entrega del premio, Amadou M´Bow, director General de la Unesco para entonces, dijo que Arístides Bastidas «tiene el don de comunicarse o saber, en términos simples, rendir los conocimientos de más alto nivel al alcance de cada uno.
Bastidas no sólo ha luchado contra la adversidad social y económica, sino también debió superar un doble handicap físico: su invalidez y su ceguera, gracias a un coraje fuera de lo común, aliado a una capacidad excepcional de análisis y síntesis».
La Venezuela de sus sueños
Aparte de su amor por la enseñanza, Bastidas fue fundador de importantes asociaciones que trabajan a favor de los periodistas en Venezuela: el Círculo de Periodismo Científico de Venezuela, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa y el Instituto de Previsión Social del Periodista.
Sobre el país le molestaban cuatro cosas: las carreras de caballos, las loterías, la burocracia y los politiqueros.
Pese a esto, el periodista llegó a afirmar que el país tenía grandes objetivos que alcanzar, como el pleno ejercicio de la soberanía nacional, la plena administración de sus riquezas naturales, la plena independencia económica y el amplio desarrollo de la industria y la producción agropecuaria, «elementos fundamentales para librarnos de la interferencia de intereses foráneos».
«Conservo plena fe en la emancipación económica de mi país, que quizás no la vea yo pero confío en que la vean mis hijos», dijo en una oportunidad.
En una humilde casa de la población de San Pablo, estado Yaracuy, nació el 12 de marzo de 1924 quién sería reconocido nacional e internacionalmente como uno de los mejores periodistas científicos en lengua española. La clave de su éxito fue el haber traducido la ciencia al lenguaje del pueblo y haberla hecho amena.
La vida le tendría destinado un camino paradójico: Recibiría todos los reconocimientos posibles que se le pueden dar a un periodista pero también serían abundantes sus padecimientos físicos.
«¿Cómo estás?», le decía alguien al verlo. «Chévere cambur pintón, parchita, mango, cotoperí, guanábana, melón», respondía un Arístides que hasta en el saludo era generoso. Saludo y sonrisa que contrastarían con su estampa en los últimos 20 años de su vida, cuando estuvo ciego, paralítico, casi mudo y con afecciones graves en articulaciones y piel.
«He desarrollado una luz interior que sólo uso para mirar los bellos pensamientos y las buenas intenciones», afirmó en una ocasión sobre su ceguera.
Pese a sus problemas de salud, quienes lo conocieron afirman nunca haber escuchado que se quejara, más bien decía estar contento pues se consideraba «un hombre con buena suerte».
Y si suerte se le puede llamar a estar rodeado de mujeres bellas e inteligentes, eso fue precisamente lo que tuvo Bastidas. En los últimos 13 años de su vida disfrutó de la amistad de Myriam Cupello, quien no sólo fue Miss Venezuela sino que dedicó su vida a la investigación antropológica en los más distantes poblados del planeta.
Cupello escribió en 1994 un libro en homenaje a Bastidas, documento que sumado a las entrevistas, a la autora y a uno de los hijos del periodista, el fotógrafo Pavel Bastidas, servirían de base para esta semblanza del recordado autor de la columna La ciencia amena, publicada diariamente en el diario El Nacional desde 1971 hasta su fallecimiento, el 23 de septiembre de 1992.
De «loquero» a periodista
«Me he dedicado al periodismo, primero por una extraña vocación que aún no alcanzo a entender muy bien, y después porque comprendí que a través de la comunicación social podemos penetrar en las raíces íntimas de nuestro pueblo, en las raíces íntimas de cada hombre, con el objeto de ayudarlo a fortalecerse y de ayudarlo a enaltecerse, y de ayudarlo a convertirse en el ser creador, en el ser responsable que va a transformar su sociedad», fue la respuesta que le dio Bastidas a Cupello, cuando ella le preguntó en una oportunidad porqué se había dedicado a la profesión.
Desde muy pequeño, Arístides tuvo que trabajar para colaborar con el sustento del hogar. Llegó a ejercer de quincallero, vendedor ambulante, repartidor de arepas a domicilio, colector de autobús, secretario de oficina y hasta de «loquero» o asistente de enfermería en un hospital psiquiátrico. «Algunas veces dejaba salir a un loco enamorado de su mujer. Regresaba tempranito y me traía uvas», es una de las anécdotas que recoge Cupello de Bastidas.
Aunque sólo llegó a estudiar hasta el primer año de bachillerato, en el Liceo Fermín Toro de Caracas, Bastidas logró ingresar en el primer grupo de reporteros del Diario Últimas Noticias. Una «generación de improvisados», como él los recordaba, que aprendieron a hacer periodismo según el método de Kotepa Delgado, jefe del rotativo. Este lanzaba a los novatos a la calle «como hacen los margariteños con los niños para que aprendan a nadar: los lanzan al mar sin salvavidas».
Se inició cubriendo la fuente policial, luego hizo información general y más tarde trabajó buscando noticias del Parlamento y de política nacional. Ganaba para aquel entonces alrededor de 200 bolívares mensuales.
El 24 de noviembre de 1948, cuando apenas comenzaba en el oficio, le tocó estar presente en Miraflores, sede del Poder Ejecutivo venezolano, durante el golpe de Estado contra el presidente Rómulo Gallegos, liderado por Marcos Pérez Jiménez. Cuatro periodistas estaban en el sitio y fueron encañonados con ametralladoras: Miguel Otero Silva, Francisco 'El Gordo' Pérez, Ramón Medina Villasmil Villa y Arístides Bastidas.
Su verdadera vocación, de periodista científico, surgiría en 1953 cuando ingresó al diario El Nacional como sucesor de la periodista Francia Natera para seguir con el trabajo que ella realizaba de escribir la columna Entérese usted, junto con Miguel Otero Silva, director del periódico.
Durante la dictadura de Pérez Jiménez fueron despedidos de El Nacional aquellos periodistas que comulgaban o apoyaban las ideas del comunismo. Bastidas tuvo la suerte de no ser expulsado por dedicarse a escribir sobre ciencia, pese a que por un tiempo prolongado fue acosado en su trabajo.
«Durante semanas venía cada tarde una persona del régimen y le rompía sus notas en la cara. El nunca se afectó y continuó escribiendo hasta que se dieron cuenta de que sus escritos no eran peligrosos», recordó Myriam Cupello.
Paradójicamente, el periodismo científico nació en Venezuela gracias a la dictadura que permitió desarrollar temas diferentes a la política, fuente que estaba censurada.
Revolucionario por un «coscorrón»
Arístides Bastidas comentaba que de alguna forma empezó a ser revolucionario por un «coscorrón» que le diera un cura en su época de monaguillo. Para cumplir una promesa que hizo su madre cuando él nació, Arístides tuvo que irse a vivir un tiempo a la iglesia.
Él, Bastidas, de origen indio, y otro joven de tez blanca ayudaban al párroco durante las misas. Gracias a su excelente memoria y su fervor logró fácilmente aprender las diversas respuestas que se dan durante el servicio religioso, que en aquella época se desarrollaba en latín.
Bastidas contaba que el trato del cura era diferente para los dos monaguillos, mientras el blanco recibía las mejores comidas, ropa, cama y tratos, a él siempre le tocaba la peor parte. Un hecho decepcionaría al joven Bastidas y ocurrió cuando respondía en una de las misas de forma inspirada pero en voz baja, el cura le dio un golpe en la cabeza por no escucharlo bien. En cambio al compañero que se quedaba callado, por no haber aprendido el latín, no le hacía nada.
Esto lo obligó a alejarse de la iglesia. Más tarde se enroló en las filas del comunismo, donde veía que verdaderamente se practicaba la doctrina de Jesús: luchaba por la igualdad, la fraternidad y el amor a los semejantes.
Al final de su vida, comentó Cupello, retornaría en Bastidas su necesidad por la religión. Mientras tanto, los comunistas lo introdujeron al mundo de la música clásica, una de sus pasiones luego del periodismo.
Sus ideas y la tortura
Por actividades sindicales y políticas, Bastidas fue detenido en dos oportunidades por la llamada Seguridad Nacional de la dictadura, una vez en 1949 y otra en 1950. En una ocasión, sus captores al conocer su padecimiento de reumatismo, mojaron diariamente su celda con agua para provocarle sufrimiento. «Salí casi totalmente paralizado», le contó Bastidas a Cupello.
Luego de ser puesto en libertad le impusieron «por cárcel» la ciudad de Barquisimeto, estado Lara, es decir, no pudo retornar por un tiempo a la capital. En esa entidad creó la corresponsalía de El Nacional y trabajó allí por dos años.
Su pasión: El trabajo
Para el hijo mayor de Arístides Bastidas, el trabajo era una necesidad vital de su padre. «Le apasionaba lo que hacía. Salía todos los días muy temprano en la mañana y regresaba tarde», recordó Pavel Bastidas.
Uno de los mayores legados que pudo dejar Arístides Bastidas al país fue la siembra de conocimiento y de moral en los discípulos que asistían a diario a su querida «Brujoteca», como cariñosamente llamaban a su oficina.
Mientras los pasantes le leían la información de la columna del día, que podría versar sobre la mirra, la diabetes o el espermatozoide, el maestro les brindaba su sabiduría en frases que hicieron transformar a estos jóvenes en hombres y mujeres comprometidos con su trabajo y con el país.
«Disfrutar del éxito ajeno como si fuera el mío propio», era su principio en contra del periodismo deshonesto. «No hay soledad eterna, hay que mantenerse listo para darle la bienvenida a la esperanza», decía también.
Todos los honores
El hombre inmune al dolor y el traductor de la ciencia al pueblo fue reconocido en vida en múltiples ocasiones y su nombre ha sido utilizado para señalar desde plazas y bosques hasta escuelas y un municipio.
Fue el primer hombre vivo al que nombraron símbolo de la Semana de la Conservación. Antes que a él fueron nombrados los ya fallecidos Agustín Codazzi, Francisco Tamayo y Henri Pittier.
Asimismo, Bastidas fue nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela y recibió también el premio de la Federación Médica.
Con 44 años de edad, en junio de 1958, recibió el Premio Nacional de Periodismo. Obtuvo, por parte del diario El Nacional, los premios más importantes destinados a sus periodistas: el Enrique Otero Vizcarrondo, en 1956, y el Antonio Arráiz, en 1975.
En 1970 recibió el Premio Latinoamericano Científico John Reitemeyer, otorgado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
El 7 de mayo de 1982, en la sede central de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) en París, recibió el premio Kalinga, equivalente al Nóbel otorgado para divulgadores científicos. La decisión de escogerlo fue unánime, de entre 68 participantes que aspiraban al reconocimiento.
En la entrega del premio, Amadou M´Bow, director General de la Unesco para entonces, dijo que Arístides Bastidas «tiene el don de comunicarse o saber, en términos simples, rendir los conocimientos de más alto nivel al alcance de cada uno.
Bastidas no sólo ha luchado contra la adversidad social y económica, sino también debió superar un doble handicap físico: su invalidez y su ceguera, gracias a un coraje fuera de lo común, aliado a una capacidad excepcional de análisis y síntesis».
La Venezuela de sus sueños
Aparte de su amor por la enseñanza, Bastidas fue fundador de importantes asociaciones que trabajan a favor de los periodistas en Venezuela: el Círculo de Periodismo Científico de Venezuela, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa y el Instituto de Previsión Social del Periodista.
Sobre el país le molestaban cuatro cosas: las carreras de caballos, las loterías, la burocracia y los politiqueros.
Pese a esto, el periodista llegó a afirmar que el país tenía grandes objetivos que alcanzar, como el pleno ejercicio de la soberanía nacional, la plena administración de sus riquezas naturales, la plena independencia económica y el amplio desarrollo de la industria y la producción agropecuaria, «elementos fundamentales para librarnos de la interferencia de intereses foráneos».
«Conservo plena fe en la emancipación económica de mi país, que quizás no la vea yo pero confío en que la vean mis hijos», dijo en una oportunidad.
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