Valentina Quintero: Luisa Lane sin Superman
... Estábamos en la gran sabana, en un sitio con la cascada cayendo y una piedra aquí y otra piedra allá, y yo estaba allí sentadita, yo estaba tan contenta, tan relajada, tan bien, que es como que tuve una iluminación, porque entonces yo dije Dios mío, si yo tengo esta vida tan rica, con esta libertad, con esta alegría, con esta posibilidad de estar en todas partes tan feliz, que voy a hacer yo con este troglodita (Risas), persiguiéndome todo el día... y decidí terminar con él. La naturaleza es mucho mejor que un psiquiatra,” recuerda con detalle Valentina.
Caracas, Ene 2004. UCV (Joaquín Pereira).- Cuando entré al aula A1 de la Escuela de Comunicación Social de la UCV para entrevistar a Valentina Quintero, me sentí como un temporadista de Semana Santa en Margarita: dando “codazos” a un montón de alumnos de periodismo para poder “sumergirme” en el personaje con un par de preguntas.
Valentina parecía una menuda ave exótica que fue capturada por unos turistas insensatos: inicialmente se veía un poco cohibida y nerviosa, rodeada de una docena de grabadores, ayudada un poco por la gran bandeja de “palmeritas” que como alpiste se le puso al lado. Estaba un poco preocupado sobre cómo empezaba el interrogatorio, hasta que “el ave” soltó la primera carcajada:
Ja ja ja ja ja.... Te voy a contar algo: una vez llegue a una playa maravillosa y escondida. Había un pequeño grupo de personas, que a penas me vieron me dijeron desesperados que por el amor de Dios no publicara la ubicación del sitio. Temían que una marabunta de gente asolara el lugar, como ha ocurrido en otros sitios. ¿Qué puedo hacer? Soy periodista y me es imposible dejar de comentar tal descubrimiento.
Efectivamente, Valentina siempre quiso ser periodista y más específicamente una reportera de
un diario impreso, cargo que nunca ejerció. “Yo quería ser como Luisa Lane, además también
quería ser cantante.”
La mayoría de los asistentes a esta especie de interrogatorio multitudinario, se interesaron por temas que ya han sido reseñados en otros trabajos periodísticos: origen de Bitácora, las mejores posadas de Venezuela, como se atrevía a lanzarse en paracaídas… y yo inquieto por extraer alguna información novedosa.
Hasta que Valentina dijo: “yo en mi vida me le he entregado a un hombre de una manera tan radical como a ese señor...,” refiriéndose a un instructor de paracaidismo. Al fin, una “beta” que explotar: “los varones” de Valentina, como ella los llama.
Valentina se casó antes de graduarse de comunicadora social. Su esposo quería irse a El Paují en el estado Bolívar pero ella terminó convenciéndolo de quedarse en Caracas para poder terminar sus estudios.
“Creo que el padre Ariadna - Ariadna es mi única hija -, hubiera sido más feliz si se hubiera ido pal Pauji… pero bueno qué se le va a hacer,” reflexiona Valentina. Ahora, divorcio avante, anda por los caminos de Venezuela acompañada por “sus varones”, como llama a los miembros del equipo de producción de Bitácora: “yo digo que ellos son mis cinco maridos,” confiesa despertando las risas del auditorio.
¿Pero es que a nuestra Luisa Lane del turismo en Venezuela sólo le habrán tocado Klar Kens y aún no consigue su Superman?
“Se los voy a contar, total ya tengo una hora hablando. Yo tenía un novio que me traía por la calle de la amargura (Risas), ¡una cosa!, pero me encantaba, qué vamos a hacer. Era flaco; yo lo veía caminando... tenia unas cejas… y el señor persiguiéndome... Estábamos en la gran sabana, en un sitio con la cascada cayendo y una piedra aquí y otra piedra allá, y yo estaba allí sentadita, yo estaba tan contenta, tan relajada, tan bien, que es como que tuve una iluminación, porque entonces yo dije Dios mío, si yo tengo esta vida tan rica, con esta libertad, con esta alegría, con esta posibilidad de estar en todas partes tan feliz, que voy a hacer yo con este troglodita (Risas), persiguiéndome todo el día... y decidí terminar con él. La naturaleza es mucho mejor que un psiquiatra,” recuerda con detalle Valentina.
Siempre había comentado en son de broma que yo estaba enamorado de Valentina Quintero, porque me encantaría viajar con ella por todo el país. Luego de esta entrevista no creo que llene los requisitos para ser su Superman. “Yo ya me compré mi apartamento y yo no estoy dispuesta a entregar ¡ni media gaveta, esa es mi casa! (Risas del salón). Entonces será un señor que tenga la suya, y nos encontraremos en territorio imparcial...,” afirma contundentemente Valentina.
“Gracias a Santa Eduvigis compre mi apartamento”
Aunque a un estudiante le contesto que no es supersticiosa, Valentina está convencida de que está protegida por una energía amorosa: “Hay tanta gente que nos quiere que nosotros hemos llegado a la convicción que hay como una protección afectiva: - ¡Ay que Dios los cuide!, le voy a prende una vela a la virgen...; tenemos aquella montón de gente prendiéndonos velas y rezando por nosotros que bueno yo creo que no nos puede pasar nada.”
En su casa existe un altar de santos que le han venido regalando en sus viajes y a los cuales siempre le prende un vela, sobre todo a una: “Gracias a Santa Eduvigis compre mi apartamento,” recuerda Valentina.
¿En búsqueda de la eterna juventud?
Una asistente a la “rueda de prensa” le inquietaba mucho como se mantenía tan lozana y juvenil cercana a los 50. Quería saber si le temía a envejecer. Aunque Valentina contestó que eso no le preocupaba, su lista de tratamientos dice lo contrario: “yo tengo como 10 años yendo a donde Efrain Hoffman, yo voy a eso religiosamente en carnavales, entonces me ponen unos sueros, me hacen una terapia…, me dan masajes. Yo desayuno con frutas y con yogurt, yo no como carne, yo puedo llegar de una fiesta a las 5 de la mañana doblada y yo me quito el maquillaje, me pongo mis cremas, todas mis cosas me las hago. Me pinto las canas porque por su puesto tendría la cabeza blanca totalmente, ¿sabes?, me cuido, ¿entiendes?, me pongo protector solar, ando con mi gorra, hago ejercicio, no se que, no soy una esclava, yo en mi vida me he metido en un gimnasio…, voy, camino, no se cuanto... pero no, ... yo no tengo ningún royo en envejecer.”
Una Tarbesiana frenética
- Valentina, yo tengo una duda: no puedo creer que estudiastes en el San José de Tarbes. Lo siento como un colegio de mucha rigidez.
- Pero bueno niño eso fue hace muchos años...
- Por eso. Será que ahora estás viviendo una adolescencia tardía...
- No vale, ¿tú sabes lo que pasa? Que cuando tu eres más grande entonces es como que, bueno, no estás tan pendiente de lo que puedan decir o que se yo, uno es como uno es y ya está, ¿no?
- No fuiste rebelde, no te intentaron botar ...
- No, bueno… Si, yo el último año lo estudié como con inscripción condicional (Risas).
Pero ese era mi colegio, que yo amaba y amo... También te voy a decir. Yo creo que el San José de Tarbes que yo estudié no es el San José de Tarbes de ahora. Ariadna, Ariadna es mi única hija; Ariadna estudió en el San Ignacio, porque yo quería que Ariadna estudiara en un colegio mixto, porque a mi me parecía que la vida es mixta, pero en aquella época era como lo natural pues no había ningún royo con eso...
Pero volviendo con lo de adolescencia tardía, yo siento todo lo contrario, yo lo que estoy es ¡gozando mi madurez, pero como no tienes una idea!, porque en este momento de la vida yo tengo la independencia como para hacer lo que me de la gana; no tengo ni siquiera un marido que tenga que estarme diciendo que si vengo, que si no llego, que para donde salgo. La independencia que yo tengo ahorita no tiene que ver con la adolescencia, que eres un sometido, ¡Yo ahorita tengo todo el derecho a ser independiente porque yo soy completamente independiente en todos los sentidos!, ves. Entonces no niño, no... Adolescente, que fastidio.
FIN/UCV/JPG
Caracas, Ene 2004. UCV (Joaquín Pereira).- Cuando entré al aula A1 de la Escuela de Comunicación Social de la UCV para entrevistar a Valentina Quintero, me sentí como un temporadista de Semana Santa en Margarita: dando “codazos” a un montón de alumnos de periodismo para poder “sumergirme” en el personaje con un par de preguntas.
Valentina parecía una menuda ave exótica que fue capturada por unos turistas insensatos: inicialmente se veía un poco cohibida y nerviosa, rodeada de una docena de grabadores, ayudada un poco por la gran bandeja de “palmeritas” que como alpiste se le puso al lado. Estaba un poco preocupado sobre cómo empezaba el interrogatorio, hasta que “el ave” soltó la primera carcajada:
Ja ja ja ja ja.... Te voy a contar algo: una vez llegue a una playa maravillosa y escondida. Había un pequeño grupo de personas, que a penas me vieron me dijeron desesperados que por el amor de Dios no publicara la ubicación del sitio. Temían que una marabunta de gente asolara el lugar, como ha ocurrido en otros sitios. ¿Qué puedo hacer? Soy periodista y me es imposible dejar de comentar tal descubrimiento.
Efectivamente, Valentina siempre quiso ser periodista y más específicamente una reportera de
un diario impreso, cargo que nunca ejerció. “Yo quería ser como Luisa Lane, además también
quería ser cantante.”
La mayoría de los asistentes a esta especie de interrogatorio multitudinario, se interesaron por temas que ya han sido reseñados en otros trabajos periodísticos: origen de Bitácora, las mejores posadas de Venezuela, como se atrevía a lanzarse en paracaídas… y yo inquieto por extraer alguna información novedosa.
Hasta que Valentina dijo: “yo en mi vida me le he entregado a un hombre de una manera tan radical como a ese señor...,” refiriéndose a un instructor de paracaidismo. Al fin, una “beta” que explotar: “los varones” de Valentina, como ella los llama.
Valentina se casó antes de graduarse de comunicadora social. Su esposo quería irse a El Paují en el estado Bolívar pero ella terminó convenciéndolo de quedarse en Caracas para poder terminar sus estudios.
“Creo que el padre Ariadna - Ariadna es mi única hija -, hubiera sido más feliz si se hubiera ido pal Pauji… pero bueno qué se le va a hacer,” reflexiona Valentina. Ahora, divorcio avante, anda por los caminos de Venezuela acompañada por “sus varones”, como llama a los miembros del equipo de producción de Bitácora: “yo digo que ellos son mis cinco maridos,” confiesa despertando las risas del auditorio.
¿Pero es que a nuestra Luisa Lane del turismo en Venezuela sólo le habrán tocado Klar Kens y aún no consigue su Superman?
“Se los voy a contar, total ya tengo una hora hablando. Yo tenía un novio que me traía por la calle de la amargura (Risas), ¡una cosa!, pero me encantaba, qué vamos a hacer. Era flaco; yo lo veía caminando... tenia unas cejas… y el señor persiguiéndome... Estábamos en la gran sabana, en un sitio con la cascada cayendo y una piedra aquí y otra piedra allá, y yo estaba allí sentadita, yo estaba tan contenta, tan relajada, tan bien, que es como que tuve una iluminación, porque entonces yo dije Dios mío, si yo tengo esta vida tan rica, con esta libertad, con esta alegría, con esta posibilidad de estar en todas partes tan feliz, que voy a hacer yo con este troglodita (Risas), persiguiéndome todo el día... y decidí terminar con él. La naturaleza es mucho mejor que un psiquiatra,” recuerda con detalle Valentina.
Siempre había comentado en son de broma que yo estaba enamorado de Valentina Quintero, porque me encantaría viajar con ella por todo el país. Luego de esta entrevista no creo que llene los requisitos para ser su Superman. “Yo ya me compré mi apartamento y yo no estoy dispuesta a entregar ¡ni media gaveta, esa es mi casa! (Risas del salón). Entonces será un señor que tenga la suya, y nos encontraremos en territorio imparcial...,” afirma contundentemente Valentina.
“Gracias a Santa Eduvigis compre mi apartamento”
Aunque a un estudiante le contesto que no es supersticiosa, Valentina está convencida de que está protegida por una energía amorosa: “Hay tanta gente que nos quiere que nosotros hemos llegado a la convicción que hay como una protección afectiva: - ¡Ay que Dios los cuide!, le voy a prende una vela a la virgen...; tenemos aquella montón de gente prendiéndonos velas y rezando por nosotros que bueno yo creo que no nos puede pasar nada.”
En su casa existe un altar de santos que le han venido regalando en sus viajes y a los cuales siempre le prende un vela, sobre todo a una: “Gracias a Santa Eduvigis compre mi apartamento,” recuerda Valentina.
¿En búsqueda de la eterna juventud?
Una asistente a la “rueda de prensa” le inquietaba mucho como se mantenía tan lozana y juvenil cercana a los 50. Quería saber si le temía a envejecer. Aunque Valentina contestó que eso no le preocupaba, su lista de tratamientos dice lo contrario: “yo tengo como 10 años yendo a donde Efrain Hoffman, yo voy a eso religiosamente en carnavales, entonces me ponen unos sueros, me hacen una terapia…, me dan masajes. Yo desayuno con frutas y con yogurt, yo no como carne, yo puedo llegar de una fiesta a las 5 de la mañana doblada y yo me quito el maquillaje, me pongo mis cremas, todas mis cosas me las hago. Me pinto las canas porque por su puesto tendría la cabeza blanca totalmente, ¿sabes?, me cuido, ¿entiendes?, me pongo protector solar, ando con mi gorra, hago ejercicio, no se que, no soy una esclava, yo en mi vida me he metido en un gimnasio…, voy, camino, no se cuanto... pero no, ... yo no tengo ningún royo en envejecer.”
Una Tarbesiana frenética
- Valentina, yo tengo una duda: no puedo creer que estudiastes en el San José de Tarbes. Lo siento como un colegio de mucha rigidez.
- Pero bueno niño eso fue hace muchos años...
- Por eso. Será que ahora estás viviendo una adolescencia tardía...
- No vale, ¿tú sabes lo que pasa? Que cuando tu eres más grande entonces es como que, bueno, no estás tan pendiente de lo que puedan decir o que se yo, uno es como uno es y ya está, ¿no?
- No fuiste rebelde, no te intentaron botar ...
- No, bueno… Si, yo el último año lo estudié como con inscripción condicional (Risas).
Pero ese era mi colegio, que yo amaba y amo... También te voy a decir. Yo creo que el San José de Tarbes que yo estudié no es el San José de Tarbes de ahora. Ariadna, Ariadna es mi única hija; Ariadna estudió en el San Ignacio, porque yo quería que Ariadna estudiara en un colegio mixto, porque a mi me parecía que la vida es mixta, pero en aquella época era como lo natural pues no había ningún royo con eso...
Pero volviendo con lo de adolescencia tardía, yo siento todo lo contrario, yo lo que estoy es ¡gozando mi madurez, pero como no tienes una idea!, porque en este momento de la vida yo tengo la independencia como para hacer lo que me de la gana; no tengo ni siquiera un marido que tenga que estarme diciendo que si vengo, que si no llego, que para donde salgo. La independencia que yo tengo ahorita no tiene que ver con la adolescencia, que eres un sometido, ¡Yo ahorita tengo todo el derecho a ser independiente porque yo soy completamente independiente en todos los sentidos!, ves. Entonces no niño, no... Adolescente, que fastidio.
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